DIEZ COLORES NUEVOS
DE OTTO-RAÚL GONZÁLEZ
Una lectura
Por: Marco Ornelas
Admiro a los que perciben las relaciones más lejanas de las cosas.
Huidobro
En el archicitado Arte poética, el chileno concluye: El poeta es un pequeño Dios. Pero antes de concluir, en la segunda
estrofa, sugiere: Inventa nuevos mundos... Otto-Raúl González
no fue chileno, sino guatemalteco exiliado en México. De la estirpe de los
grandes guatemaltecos que llegaron a nuestro país para escribir. Ejemplos: Augusto Monterroso (narrador), Raúl Leyva (poeta) y Carlos Illescas (también poeta). Casi
toda su obra se escribió y publicó en nuestro país; y a propósito, fue muy abundante
y variada: más de 60 libros, de entre los que destacan por su original discurso,
la poesía.
Otto-Raúl González
(Guatemala 1921- México 2007), llegó
a México como muchos jóvenes latinoamericanos, huyendo de las dictaduras y fue
aquí en nuestro país, donde terminó sus estudios; cursó las carreras de Derecho y Letras Hispánicas en la UNAM,
con una beca obtenida por el favor de Alfonso
Reyes. Instalada la democracia en su país, Otto-Raúl González, regresó a Guatemala
para dirigir la Revista de Guatemala,
en relevo de Luis Cardoza y Aragón. Después
de entrar al servicio diplomático de su país, fue entonces que volvió a México como
embajador, para quedarse a vivir de manera definitiva.
A los 22 años
publicó su primer libro: Voz y voto del
geranio, un breve poemario impreso en Guatemala, donde reflexionaba sobre
la importancia de ejercer el voto y demás temas libertarios en una nación que
era tomada por la dictadura. De la literatura comprometida ―que nunca
abandonará― 24 años después, pasa a la reflexión poética del lenguaje con Diez Colores nuevos, obra inscrita en la
línea del Creacionismo ―consciente o inconscientemente―.
Digo creacionista, si nos atenemos a lo que Vicente
Huidobro definió como “poema creacionista” ―en su Manifiesto―:
“Un poema en el que cada parte constitutiva, y todo el conjunto, muestra
un hecho nuevo, independiente del mundo externo, desligado de cualquiera otra
realidad que no sea la propia, pues toma su puesto en el mundo como un fenómeno
singular, aparte y distinto de los demás fenómenos. Dicho poema es algo que no
puede existir sino en la cabeza del poeta. Y no es hermoso porque recuerde
algo, no es hermoso porque nos recuerde cosas vistas, a su vez hermosas, ni
porque describa hermosas cosas que podamos llegar a ver. Es hermoso en sí y
no admite términos de comparación. Y
tampoco puede concebírselo fuera del libro”.
En este sentido, Diez colores nuevos es un libro de perfecta elaboración
creacionista. Su mismo título comienza con esta ratificación. Otto-Raúl González,
con esta obra sigue al pie de la letra la consigna de Arte poética: “inventa nuevos mundos”, diez colores nuevos para ser
exactos. Diez colores que no existen. Que no tienen gama en la visibilidad
“real”; su existencia está en el mundo de la imaginación. Así tenemos en la
dedicatoria del libro:
Abro la ventana de los años
y la aurora me inunda de colores nuevos,
el orjuz me asalta, me rodea el enirio,
el anadrio me sigue, me persigue el anab,
me gana el vainumio, el yemalor me acuerda,
pero el tuang y el aif me circunvalan
y mi mano anadria escribe estos poemas
que yo dedico al mundo.
Diez colores nuevos es sin duda una obra maestra
de la literatura mexicana-guatemalteca, que ha sido traducida al inglés, al
francés, al portugués, al alemán, al checo y al chino; y que tardó 5 años en
publicarse después de que lo terminara el poeta, porque no encontraba
editorial. Fue solamente en un proyecto de escritores tabasqueños, que por fin
apareció en 1967, y desde entonces, no parado de incluirse en antologías y
publicaciones diversas.
En Diez colores nuevos podemos leer como el
lenguaje se transforma en sonidos, en palabras, y éstas a su vez, abren la
puerta de la imaginación.
Alguna vez el filósofo del arte, R. G. Collinwood, expuso lo siguiente: “el arte es la expresión imaginativa
de la emoción”, y Otto-Raúl González, lo confirma con sus
poemas:
Suave como la adormecedora lluvia
es el color anab, color que prolifera
en el interior de las frutas
que se pudren lentamente sin que nadie
las corte de los árboles.
Diez colores nuevos es un libro de una decena de poemas
como su nombre lo indica. Sólo 22 páginas. Es fácil especular porque ningún
editor quería publicarlo, difícilmente alguien invertiría en un libro de poemas
de tal brevedad. Pero las obras maestras son así, únicas, no tienen parangón,
no necesitan del protocolo académico para imponerse. Ellas mismas representan
su arquetipo.
Diez colores nuevos, decía, se publicó en 1967, en
Tabasco. Pero del sureste mexicano llegó a Guanajuato, a través del poeta Benjamín
Valdivia, quien inauguró con ese título, su selecto sello editorial: Azafrán y cinabrio (en 2004), quien con sus propias palabras ha
dicho:
“Yo conocí esos poemas de Otto-Raúl González desde finales de los setenta,
y desde entonces, sorprendido por la inventiva de esa gama de colores imaginarios;
me di a la tarea de conseguir el libro, y donde quiera que hallaba ejemplares
del mismo, lo adquiría para a su vez, regalarlo. Quería que los lectores con
los que me topaba, lo leyeran. Sin meditarlo, me hice su promotor.
Veinte años después, cierto día en que conversaba
con el poeta, salió el tema del color “Anadrio”, y le hice saber de mi afición
para con su libro. Después de esa charla, recuerdo que fuimos a comer y al término
de aquella comida, le propuse que me autorizara hacer mi propia edición. Le
aclaré, que tendría todo el cuidado para con su obra, y que le prometía hacer una
elegante y atractiva impresión. Y así fue en aquella tarde, que Otto-Raúl
González me autorizo publicar en Azafrán
y cinabrio, sus Diez colores nuevos”.
Al parecer, sólo quedan alrededor 40 libros de
ese extraordinario trabajo, una obra de colección que gracias a la lectura
atenta de otro poeta, fue como algunos de los guanajuatenses pudimos leer a esa
obra maestra. Y quizá, si invocamos al color Anadrio, por ahí en alguna
librería del Bajío, encontremos todavía algún ejemplar, porque el Anadrio, es
el color de la alegría y la buena suerte.