30 ago 2016

RESEÑA


DIEZ COLORES NUEVOS
DE OTTO-RAÚL GONZÁLEZ
Una lectura  
Por: Marco Ornelas


Admiro a los que perciben las relaciones más lejanas de las cosas.
Huidobro

En el archicitado Arte poética, el chileno concluye: El poeta es un pequeño Dios. Pero antes de concluir, en la segunda estrofa, sugiere: Inventa nuevos mundos... Otto-Raúl González no fue chileno, sino guatemalteco exiliado en México. De la estirpe de los grandes guatemaltecos que llegaron a nuestro país para escribir. Ejemplos: Augusto Monterroso (narrador), Raúl Leyva (poeta) y Carlos Illescas (también poeta). Casi toda su obra se escribió y publicó en nuestro país; y a propósito, fue muy abundante y variada: más de 60 libros, de entre los que destacan por su original discurso, la poesía.
Otto-Raúl González (Guatemala 1921- México 2007), llegó a México como muchos jóvenes latinoamericanos, huyendo de las dictaduras y fue aquí en nuestro país, donde terminó sus estudios; cursó las carreras de Derecho y Letras Hispánicas en la UNAM, con una beca obtenida por el favor de Alfonso Reyes. Instalada la democracia en su país, Otto-Raúl González, regresó a Guatemala para dirigir la Revista de Guatemala, en relevo de Luis Cardoza y Aragón. Después de entrar al servicio diplomático de su país, fue entonces que volvió a México como embajador, para quedarse a vivir de manera definitiva.
A los 22 años publicó su primer libro: Voz y voto del geranio, un breve poemario impreso en Guatemala, donde reflexionaba sobre la importancia de ejercer el voto y demás temas libertarios en una nación que era tomada por la dictadura. De la literatura comprometida ―que nunca abandonará― 24 años después, pasa a la reflexión poética del lenguaje con Diez Colores nuevos, obra inscrita en la línea del Creacionismo ―consciente o inconscientemente―. Digo creacionista, si nos atenemos a lo que Vicente Huidobro definió como “poema creacionista” ―en su Manifiesto―:
“Un poema en el que cada parte constitutiva, y todo el conjunto, muestra un hecho nuevo, independiente del mundo externo, desligado de cualquiera otra realidad que no sea la propia, pues toma su puesto en el mundo como un fenómeno singular, aparte y distinto de los demás fenómenos. Dicho poema es algo que no puede existir sino en la cabeza del poeta. Y no es hermoso porque recuerde algo, no es hermoso porque nos recuerde cosas vistas, a su vez hermosas, ni porque describa hermosas cosas que podamos llegar a ver. Es hermoso en sí y no  admite términos de comparación. Y tampoco puede concebírselo fuera del libro”.

En este sentido, Diez colores nuevos es un libro de perfecta elaboración creacionista. Su mismo título comienza con esta ratificación. Otto-Raúl González, con esta obra sigue al pie de la letra la consigna de Arte poética: “inventa nuevos mundos”, diez colores nuevos para ser exactos. Diez colores que no existen. Que no tienen gama en la visibilidad “real”; su existencia está en el mundo de la imaginación. Así tenemos en la dedicatoria del libro:

Abro la ventana de los años
y la aurora me inunda de colores nuevos,
el orjuz me asalta, me rodea el enirio,
el anadrio me sigue, me persigue el anab,
me gana el vainumio, el yemalor me acuerda,
pero el tuang y el aif me circunvalan
y mi mano anadria escribe estos poemas
que yo dedico al mundo.

Diez colores nuevos es sin duda una obra maestra de la literatura mexicana-guatemalteca, que ha sido traducida al inglés, al francés, al portugués, al alemán, al checo y al chino; y que tardó 5 años en publicarse después de que lo terminara el poeta, porque no encontraba editorial. Fue solamente en un proyecto de escritores tabasqueños, que por fin apareció en 1967, y desde entonces, no parado de incluirse en antologías y publicaciones diversas.
En Diez colores nuevos podemos leer como el lenguaje se transforma en sonidos, en palabras, y éstas a su vez, abren la puerta de la imaginación.
Alguna vez el filósofo del arte, R. G. Collinwood, expuso lo siguiente: “el arte es la expresión imaginativa de la emoción”, y Otto-Raúl González, lo confirma con sus poemas:

Suave como la adormecedora lluvia
es el color anab, color que prolifera
en el interior de las frutas
que se pudren lentamente sin que nadie
las corte de los árboles.   

Diez colores nuevos es un libro de una decena de poemas como su nombre lo indica. Sólo 22 páginas. Es fácil especular porque ningún editor quería publicarlo, difícilmente alguien invertiría en un libro de poemas de tal brevedad. Pero las obras maestras son así, únicas, no tienen parangón, no necesitan del protocolo académico para imponerse. Ellas mismas representan su arquetipo.
Diez colores nuevos, decía, se publicó en 1967, en Tabasco. Pero del sureste mexicano llegó a Guanajuato, a través del poeta Benjamín Valdivia, quien inauguró con ese título, su selecto  sello editorial: Azafrán y cinabrio (en 2004), quien con sus propias palabras ha dicho:

“Yo conocí esos poemas de Otto-Raúl González desde finales de los setenta, y desde entonces, sorprendido por la inventiva de esa gama de colores imaginarios; me di a la tarea de conseguir el libro, y donde quiera que hallaba ejemplares del mismo, lo adquiría para a su vez, regalarlo. Quería que los lectores con los que me topaba, lo leyeran. Sin meditarlo, me hice su promotor.   
Veinte años después, cierto día en que conversaba con el poeta, salió el tema del color “Anadrio”, y le hice saber de mi afición para con su libro. Después de esa charla, recuerdo que fuimos a comer y al término de aquella comida, le propuse que me autorizara hacer mi propia edición. Le aclaré, que tendría todo el cuidado para con su obra, y que le prometía hacer una elegante y atractiva impresión. Y así fue en aquella tarde, que Otto-Raúl González me autorizo publicar en Azafrán y cinabrio, sus Diez colores nuevos.            
           
Al parecer, sólo quedan alrededor 40 libros de ese extraordinario trabajo, una obra de colección que gracias a la lectura atenta de otro poeta, fue como algunos de los guanajuatenses pudimos leer a esa obra maestra. Y quizá, si invocamos al color Anadrio, por ahí en alguna librería del Bajío, encontremos todavía algún ejemplar, porque el Anadrio, es el color de la alegría y la buena suerte.