12 may 2016

ENSAYO


Retrato hablado de la culturita
[i]Armando González Torres

Novedad de la culturita
Los sociólogos de la cultura solían trazar una división entre tres franjas culturales: una, la cultura popular, que nace de las expresiones del pueblo y se reproduce espontáneamente a lo largo de las generaciones; dos, la cultura de masas que se diseña desde los medios y basa su impacto en la enorme capacidad de proyección de éstos y, tres, la llamada alta cultura, que se basa en la idea de una tradición y un canon de excelencia y que suele restringirse a las bellas artes. Sin embargo, en la actualidad puede distinguirse una nueva franja de la cultura que no es ni cultura popular (no tiene su representatividad, ni raigambre), ni cultura de masas (no tiene su alcance y penetración), ni alta cultura (asume los valores de ésta como una parodia), y que podemos llamar la culturita

¿Qué es la culturita?
La culturita es un clima de ideas, un estado de ánimo colectivo que gobierna parte de la producción y recepción de la cultura contemporánea y que se caracteriza, entre otros rasgos, por el rechazo a los antiguos rangos y jerarquías estéticas, la  hegemonía de la moda y el mercado en las esferas del arte y el pensamiento,  el conformismo institucionalizado, el deterioro de los niveles de creación y de crítica y la desproporcionada capacidad de influencia del dinero, el poder o las relaciones interpersonales en la acuñación del prestigio artístico e intelectual.    La culturita suele emanar de grupos a menudo cerrados y centralizados geográficamente que acaparan y distribuyen los bienes y reconocimientos culturales.  La culturita constituye, pues, un conglomerado de creadores e intelectuales que hacia afuera de la esfera artística funciona como grupo de presión y hacia adentro como mecanismo de canalización de demandas y repartición de bienes. Por supuesto, lo censurable no es la forma cerrada de organización (en el mejor de los sentidos, el ámbito de la cultura, incluso de la cultura “progresista”, suele ser dominado por élites del gusto y la inteligencia), sino la concepción del producto cultural que se acuña en estos grupos.  Así, la culturita más que una comunidad de valores estéticos, es una comunidad de intereses que intenta mantener, con el mínimo esfuerzo, una imagen de vitalidad y grandeza intelectual.  Por eso, en los territorios de la culturita florecen el resumen artístico, la novedad controlada, la anécdota predigerida, los efectos especiales, la crítica cosmética y todos los rasgos de la llamada midcult que ya Dwight MacDonald advertía hace décadas en su célebre artículo “Masscult and Midcult”. 

La democracia de la culturita
Aparentemente, la culturita pretende romper con la concepción cerrada y elitista de la alta cultura y busca ampliar el ámbito de la cultura hacia nuevas expresiones (manifestaciones populares, géneros híbridos, producciones menores) generalmente ligadas con la moda, la publicidad y el mercado, así como hacia nuevos protagonistas (particularmente personajes del espectáculo, la política o el deporte). La culturita se reputa entonces como democratizadora, como unificadora de talentos y celebridades cualesquiera que sea su origen, como creadora de un sentido de unidad de la cultura que desgraciadamente se encuentra más en la desaparición de jerarquías entre diversas manifestaciones que en la búsqueda de aquello que los románticos llamaban “la correspondencia de las artes”, es decir la comunión más profunda entre la expresión y las formas de razonamiento y verdad de las distintas disciplinas.  La culturita desaparece el conflicto social (confía en que la heterogeneidad cultural se resuelve con la simple mezcla) y el drama de la cultura (la búsqueda de identidad, el dolor, la finitud) y crea una cultura potable, digerible y burocráticamente contestataria.

Las exigencias de la culturita 
No es extraño que los principales requerimientos para ascender en la culturita sean tanto la producción en serie como el culto a la personalidad.  Por un lado, la culturita exige al creador la producción continua, de acuerdo a fórmulas probadas y sin importar la calidad, ya que se supone que el consumidor cultural no aprecia o asimila el producto, pero sí retiene al personaje que lo genera; por otro lado, independientemente de la obra, ascender en la culturita precisa la proyección de una personalidad pública especializada en el entretenimiento artístico y la opinión amena, por lo que el artista se convierte en un miembro más de la farándula, que debe converger y competir con otros astros. Como es de suponerse, las formas de valoración y reconocimiento crítico en el ámbito de  la culturita se basan más en el elogio mutuo o en los pactos de no agresión que en los proverbiales parricidios y enfrentamientos críticos (la angustia de las influencias que, según Harold Bloom, propicia el duelo creativo con los grandes precursores o la famosa tradición de la ruptura, el término que Octavio Paz tomó prestado a Harold Rosenberg).  Con todo, dentro de la culturita hay grupos heterogéneos e intereses diversos y la complicidad general está también teñida de animadversiones y rencores. De ahí el contraste entre la urbanidad que rige el mundo oficial de la culturita y la torva grilla y maledicencia que bulle en sus rincones.  Puede decirse que la culturita es una tendencia universal que acompaña la extensión del llamado espíritu posmoderno, que es una red ubicua e impersonal de intereses y que su inercia se manifiesta de maneras subrepticias e insospechadas; sin embargo, para reproducirse la culturita necesita de la mala fe de todos los que participamos en ella y, en ese sentido, entraña una responsabilidad personal ineludible. Además, si bien la culturita es un fenómeno global, ésta es susceptible de enquistarse y actuar de manera más impune en países  con una tradición de patrimonialismo, fueros intelectuales y sacralización de la cultura, como México. Sin duda, en los márgenes de maniobra de la culturita florecen obras y vocaciones ejemplares. Además, incluso en un panorama enrarecido, es posible introducir incentivos institucionales y normas de transparencia que contribuyan a elevar el rigor y la exigencia en la creación y la crítica. Una comunidad cultural que cuide su supervivencia y prestigio gremial a largo plazo debería contribuir a identificar y aplicar esas normas e incentivos. 

Las acechanzas de la culturita
Más allá de las medidas de política cultural, quizá la forma más efectiva de combatir y redimir a la culturita sea el surgimiento de obras maestras. Una obra maestra es una de las mejores formas intrínsecas de crítica cultural, pues revela casi siempre de manera aleatoria, simplemente por su excelencia, los clichés y fórmulas creativas y descubre y anuncia nuevas posibilidades.  Desgraciadamente las inercias de la culturita obstaculizan el surgimiento de estas obras y generan un círculo vicioso.  ¿Quién va a tener la paciencia, la motivación  y la integridad para diferir la ganancia fácil e inmediata y concentrarse en obras que rebasen los lugares comunes probadamente rentables? Muy pocos y tal vez las trampas de la culturita sean más nocivas entre más elevados e irrealistas valores se cultiven, entre mayores expectativas se alberguen. Se ha sabido, por ejemplo, de la irrupción de la culturita en los círculos de los artistas más puros y ha trascendido que ciertos ascetas del arte, poseídos por la demoníaca sedición de la culturita, terminaron comprando y vendiendo premios, alabando a políticos o participando en programas de chismes. Cuídense entonces jóvenes idealistas pues, detrás de sus inflamados parámetros artísticos, pueden estar acechando la ambición corrosiva y la recompensa proterva de la culturita.
Del libro: ¡Qué se mueran los intelectuales!



[i] Armando González Torres.
(México, D.F., 30 de mayo de 1964) Poeta y ensayista. Estudió en El Colegio de México. Publica en numerosas revistas y suplementos culturales de México y el extranjero. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores. En 1995 ganó el Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen; en 2001, el Premio Nacional de Ensayo Alfonso Reyes; en 2005, el Premio de ensayo Jus 2005, Zaid a debate,  en 2008 elPremio Nacional de Ensayo José Revueltas, fue ganador del tercer lugar en el género ensayo del Certamen Internacional Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz durante el 2010. En 2015 recibe Recognition by The Commonwealth of Massachusetts, MA, USA; también es reconocido con Certificate of excellence by the City of Lawrence, MA. USA.A y a finales del 2015 se hace acreedor  del Premio Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry por el ensayo titulado: ¡País de ladrones!, Evelyn Waugh y México. 

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