Ven a saludar
[i]Ricardo
García Muñoz
La
noche se fue encimando en las paredes de ese callejón cuando maullaba un trío
de gatos en celo que saltaban encima latas de cerveza. Rodrigo observaba detrás
del ventanal los primeros seres de la noche.
Pegaba su rostro en el cristal. El
cielo negro, bravo, teñía la tarde de gris. Los gatos se movían entre las
cavernas del callejón. Al acecho. Brincaban unos sobre otros. Maullaban,
mordían. En un circo de pelos y sangre dominaba el filo de las navajas que
aparecían amenazantes como relámpagos sobre cristales.
Rodrigo miraba el campo de batalla sin
involucrarse con todo lo que ocurría dentro de la casa que poco a poco se fue
poblando mujeres y de hombres que llegaban para celebrar una fiesta. Hombres y
mujeres, copas, palabras que resonarían entre las viejas paredes. Comida, vino,
humo. Situaciones repetidas. Ocasiones para brindar. Se imaginó varado entre la
nada. Con gente que de pronto le sonreía, le tomaba del hombro, le daba
palmaditas. Rodrigo aborrecía esas reuniones casi tanto como las navidades.
Pero estas eran repetidas, uniformes, sombrías.
Sonó el timbre. Entonces se escondió tras la
cortina. La guerra sangrienta de gatos le apetecía más que la gente estirada
que invadía la casa para lucir los nuevos negocios, la ropa de marca, las
tragedias. Por lo menos la pelea de
gatos era franca, directa.
Uno de los mininos, de pelaje blanco,
trepó sobre la caja amarillenta de cerveza. Ondulaba la cola mientras veía a
sus oponentes estirar las patas delanteras haciendo fintas para encajar las
cuchillas en la cara del adversario. El gato blanco, oteaba el horizonte sin
chistar, sabía que era el mandamás de la escena, sabía que uno de los luchadores
iba a perder esa batalla y al final, el ganador estaría mermado, tocado,
perdido. Sin dudarlo, el gato blanco entraría a liquidar al vencedor con acaso,
dos zarpazos.
Rodrigo admitía que era una estrategia
sucia, cosa que le llenaba de coraje. Siempre le habían dicho que la vida se
trataba de jugar limpio, pero la naturaleza felina, mostraba otras herramientas
para ganarse el respeto. Y no era poco.
Rodrigo arrastraba la cabeza sobre el vidrio para
mirar el desenlace. Alguien entró a la habitación. El ruido lo paralizó. Lo
buscaban o pensó que lo estarían buscando para hacerlo salir a la reunión, para
saludar a los presentes, para beber sodas, para lucirlo como maniquí… Pero los
gatos. La ventana. El callejón. La batalla. Los pensamientos en el cristal. La
soledad.
Cuando escuchó que cerraban la puerta,
regresó su atención a la batalla. La fiesta podía esperar. El gato blanco,
driblaba la guardia del vencedor; un minino atigrado, gordo, valiente que salía
malherido de una lucha carnicera para encarar enseguida, una lid desigual.
“Es injusto”, pensó Rodrigo. Abrió la ventana. El
gato blanco ya tenía los dientes de fuera, con una mueca macabra. La columna
arqueada y la cola vertical. Rodrigo prepara el siguiente movimiento. Carga su
arma con un proyectil; apunta nervioso a la bola de pelo albina. Es un momento vital
para hacer justicia. Igualar las condiciones físicas. Mira delante, atrás,
arriba. Los nubarrones negros se estrían y dejan caer las primeras gotas. El
gato blanco sigue bufando con odio a su oponente hasta que una voz lo espanta…
“Rodrigoooo, ven a saludar a tus abuelitos, ya llegaron… y deja la resortera
por favor”
Minutos después llora en la falda de su madre
porque el cielo se cae a pedazos y la lluvia espantó a los gatos y no quiere
estar en la fiesta y tiene sueño y sed y ganas de justicia.
[i] Ricardo García Muñoz (León,
Guanajuato. 1973) Escritor y narrador. Doctorante en Artes por la Universidad
de Guanajuato. Maestro en Comunicación por la Universidad Autónoma de
Barcelona. Entre sus reconocimientos se encuentra el premio Nacional de Cuento
“Efrén Hernández” y el Premio Nacional de Periodismo “Fernando Benítez”. Ha sido becario del FONCA
y del Estado de Guanajuato. Su último libro de cuentos “1973”. Actualmente
dirige la revista de Cuento Ficcionalia. Es catedrático en la maestría de
Investigación Histórica de la UG y en el programa de Doctorado en Artes. Es
secretario de la Corresponsalía del seminario de Cultura Mexicana en
Guanajuato. Realiza guiones para la serie “Historias de Vida” del Canal ONCE
del Politécnico Nacional.
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