15 oct 2015

ENTREVISTA


CONVERSACIÓN CON EL POETA CHRISTIAN PEÑA
POR: MARCO ORNELAS

Christian Peña (Ciudad de México, 1985). Poeta. Ha merecido el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2014 por Me llamo Hokusai; el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2013 por Veladora; el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa 2012 por El amor loco The Advertising, el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2011 por Heracles, 12 trabajos; el Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura 2011 por Libro de pesadillas; el Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal 2010 por Janto; el Premio Nacional de Poesía Amado Nervo 2009, por El síndrome de Tourette, y el Premio Nacional de Poesía Jaime Reyes 2008, por De todos lados las voces. Fue Becario de la Fundación  para las Letras Mexicanas durante los periodos 2005-2006 y 2006-2007 y del FONCA en el programa Jóvenes Creadores, períodos 2010-2011 y 2012-2013. Es autor de los libros de poesías: Lengua paterna (2009), El síndrome de Tourette (2009), De todos lados las voces (2010), Janto (2010), Libro de pesadillas (2011, en prensa), Heracles, 12 trabajos (2012), El amor loco y The advertising (2012, inédito), Veladora (2013, inédito) y Me llamo Hokusai (2014). En colaboración con Antonio Deltoro publicó, en 2010, la antología El gallo y la perla: México en la poesía mexicana.

Christian, ¿Cuándo comienzas a escribir? ¿Por qué hacerlo a través de poemas?
La primera pregunta es, además de persistente, algo engañosa. Comencé a escribir a una edad muy temprana, pero la escritura formal sucedió cuando empecé a leer con disciplina, quizá a mediados de la Preparatoria.  Entonces, me proponía escribir cuentos, pero aquello terminó siendo sólo un propósito. La poesía aconteció casi entrando a la Universidad, después de leer, sobre todo, a Vallejo y a Rimbaud. No sé si decidí, tal cual, escribir poemas; tampoco puedo decir- nunca he creído en eso- que la poesía me eligió. Se trató, en todo caso, de la forma que sentí más cercana para contar lo que quería, para hacerme, sobre todo, preguntas. Las preguntas son las encargadas de marcar los silencios del poema. El poema me ayudó a poner en palabras el universo personal y literario que me interesaba interrogar.

Has sido muy afortunado en cuanto a las becas y los premios, ¿crees que estos han representado un estímulo en tu creación? ¿Sin becas y premios un poeta debe seguir escribiendo? ¿Es importante el reconocimiento?
Noto una preocupación, cada vez más grande, y sobre todo en los más jóvenes, por ganar algún premio o una beca para formar parte del “mapa literario”. No creo que sea así. Es decir, agradezco enormemente los reconocimientos que he obtenido, pero no hay que olvidar que una obra, haya ganado o no un premio, se enfrenta con un jurado que tiene la última palabra: el tiempo. Yo envió mis libros a concursos porque representa una posibilidad de publicación.
Pero lo invaluable es el momento de la escritura, cuando se descubren las cosas que aparecerán en la página; es lo que, al final, el lector encuentra en la obra. Creo que un poeta debe seguir escribiendo aún si no obtiene un premio o una beca. Pero creo aún más que aquel que se dice poeta y sólo piensa en obtener premios y becas para demostrar que lo es, debería planteárselo dos veces.

“¿Dónde te formas cómo escritor profesional?” si es que acaso existe algún lugar donde se pueda formar un escritor. ¿Sirven de algo los talleres literarios?
No creo que el “escritor profesional” se suscriba a un escenario: una carrera universitaria o decenas de talleres. Todo contribuye a la formación, y ésta puede darse incluso en la soledad de nuestro cuarto. Desde que lo recuerdo, me he dedicado a cosas ajenas al espacio de las letras.
No estudié literatura ni fui un entusiasta de los cursos. Pero sí hubo un “taller”, por llamarlo de alguna forma –para mí era más una especie de confesionario- , que recuerdo con suma gratitud.
Cuando tuve la beca de la FLM (Fundación para las letras mexicanas), como parte del programa, compartíamos nuestros poemas cada jueves con el poeta Antonio Deltoro, nuestro tutor. Comprendí que la escritura era eso: compartir y dar gracias por las cosas que alimentan nuestras obsesiones. No escribí casi nada durante esos dos años de beca, pero aprendí a escuchar y a saber que, tratándose de un poema “las mayores virtudes pueden convertirse en los mayores defectos”, como alguna vez me lo dijo Deltoro, a quien considero, además de un amigo, uno de los poetas más interesantes de la poesía mexicana; una figura extraña por radical, un hombre a contracorriente, un sabio chino.

Sabemos que existen varias visiones de concebir ideas acerca del trabajo poético, de lo que es un poema, ¿Cuál es tu visión acerca de la poesía? ¿Qué representa para ti escribir poemas hoy en la contemporaneidad?
Para ser sincero, aún no acaba de darme cuenta que estamos en un nuevo siglo. Creo que mi ritmo, tanto vital como de escritura, es muy acelerado, y a veces paso de largo por cosas que resultan importantes. Éste es el tiempo que me tocó vivir, sin embargo, me interesan casi siempre otros tiempos; más que el pasado, me preocupa el origen; más que el futuro, me preocupan las deudas. Pienso en el tiempo como una medida de circunstancias y no sólo de fechas y nombres.

Hoy en día en tanta dispersión de las artes, y lejos de aquellas corrientes artísticas como el romanticismo y las vanguardias que contaban con procedimientos claros acerca de la elaboración artística, ¿Cómo podemos contemplar un poema? ¿Qué elementos consideras que debe tener un poema para que puedas ser inscrito en éste terreno literario?
Es una pregunta muy vaga. Creo que un poema no debe leerse sólo bajo la corriente que presume representar; un poema debe leerse aisladamente, incluso del libro del que forma parte; atendiendo a su contexto, sí, pero sin que éste sea el único hecho que lea en él. Cuando escucho hablar sobre un poema “infrarrealista”, no me interesa sólo descubrir qué del infrarrealismo está presente en el texto, me interesa, sobre todo, que sea un poema, con silencios e interrogaciones, con inquietudes más que con certezas. En ocasiones, creo que cuando se intenta suscribir el poema a una corriente, éste puede traicionarse. El poema se critica a sí mismo al momento de escribirse. Y si pertenece o no a cierta corriente, es algo que, repito, sólo el tiempo puede decir.

Christián, háblanos de tus lecturas, de los poetas que más relees, ¿Cuáles han sido tus influencias?
Releo mucho. Creo que, con el tiempo, releo más de lo que descubro. Vuelvo siempre a Paul Celan, T.S. Eliot, César Vallejo, Ramón López Velarde y Octavio Paz. Aunque no escribo narrativa, leo mucha novela, y creo que eso ayuda para proponer cosas en el verso. Juan Carlos Onetti, José Donoso, Pascal Quignard, Pierre Michon y Louis-Ferdinand Céline son autores que frecuento.
También hay ocasiones en que algo que estoy escribiendo me lleva hacia la posibilidad de una nueva lectura, por ejemplo, hace unos meses descubrí a Tracy K. Smith, una poeta norteamericana que me fascinó.

Dicen los versados: que un buen poema es la conjunción armoniosa entre imagen, ritmo y pensamiento. ¿Cuál es tu opinión acerca de esto? ¿Sigue aplicando, o existen otros elementos hoy en día?
Antes que nada, no creo que haya una receta para leer o escribir un poema. Para mí la música y la memoria son fundamentales, pero eso funciona, insisto, para mí. No sé si “heroísmo” es la palabra precisa para describir la aproximación a la poesía. En la Ilíada, cuando Homero describe el carácter de Héctor, menciona: “En el pecho el pensamiento es intrépido”, eso es algo que me repito constantemente; el nudo entre latido, memoria, y velocidad; inquietud, recuerdo y verso”.

¿Cuántos libros de poesías has publicado? Hablamos un poco del recorrido, ¿es difícil publicar poesía hoy en día en nuestro país?
He publicado 5 libros de poemas y 2 más se encuentran en prensa. Como te decía, yo comencé a enviar mis libros a premios porque representaba una posibilidad para publicarlos. En más de una ocasión, las instituciones convocantes cumplieron y los publicaron, algunos en coediciones con editoriales de poesía; la mayoría sumamente difíciles de conseguir. Pero debo decir que también han existido ocasiones, como el Premio Enriqueta Ochoa o el premio Efraín Huerta, en las que el libro no se publicó por razones de esas administraciones. Ahora, Me llamo Hokusai se publicará en el FCE, y eso me da mucha alegría, ya que podrá estar al alcance de varios lectores.

Sabemos que lo que menos se lee en nuestro país es la poesía, ¿tiene sentido escribir sin lectores o con muy pocos? ¿Para qué escribir poesía hoy?
Existe el tópico de que la poesía es lo que menos se lee. Algo parecido para con la dramaturgia.
Y puede ser, si las comparas con la narrativa. Yo creo que la gente lee poemas, pero pocos que apuestan por su publicación, ya sea porque las librerías no quieren libros de poemas o porque no cuentan con los medios necesarios para difusión y distribución. Es decir, la poesía es el género con la mayor cantidad de premios que hay en México. De esto infiero que, quizás, hay más gente con la intención de ser poeta que de leer poesía.

Christian, para cerrar esta amable entrevista que nos concediste, y agradeciendo sobremanera tus respuestas nos podrías hablar acerca del poemario ganador de Aguascalientes, 2014: Me llamo Hokusai.
Me llamo Hokusai es el libro más reciente de mi autoría; se trata de 5 poemas de largo aliento que se comunica entre sí por medio de elementos que podrían ser aparentemente ajenos, pero que se unen y asemejen en su raíz, al cuestionar la condición humana. Es, también, una apuesta por la forma del verso, oscilando entre el párrafo y la asistencia. Es un libro sobre la identidad y la pertenencia. Nuestro nombre podrías ser lo único que tenemos que es nuestro, y aún así, siempre podríamos llamarnos de otra forma, pero nuestros pensamientos, recuerdos, momentos están entrelazados con muchas más, muchos otros, encadenados en tiempo y espacio, justo como si habláramos del efecto mariposa.

   

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